lunes, 18 de noviembre de 2013

Dia 6. El desierto...

El despertador suena a las 4:30 am, hora de levantarse y cumplir los rituales matutinos, aún hay bulla proveniente del malecón, los argentinos que están en el hostal, aún están despiertos, y mientras nosotros nos levantamos para salir, ellos apenas están buscando cama, con excepción de una de las nenas, quien si se acostó temprano, a eso de las 4:30 am, mientras nos levantábamos, y le ha pegado senda braveada a un pobre tipo en la misma habitación solo porque estaba roncando... Estas son pequeñas particularidades del paseo...
Y a eso de las 5:30 am, estamos abandonando Mancora, esta será una larga jornada, el paisaje entre Mancora y Piura comienza a volverse desértico y más desértico, cada vez menos y menos arbustos, para salimos de Piura, a eso de las once de la mañana, al desierto de Sechura...
Las carreteras en esta zona, a pesar de no ser doble calzada, son de buena circulación, en perfecto estado y al menos con bajo tráfico (debe ser debido al feriado). Se nota, en algunas partes de las mismas, la furia indomable de la naturaleza, pues las curvas de desvío y los restos de carreteras viejas, muestran que los Guaicos han hecho de las suyas en esta zona.  Antes de Piura están arreglando la vía, convirtiéndola en doble calzada.
Minutos después del primer amanecer del 2013
El viejo Alvarín
Comienza a pegar el sol!
En Piura sabemos que nos vamos a enfrentar al desierto de Sechura, un desierto de aproximadamente 180 km de longitud, ubicado especificamente entre esta ciudad y la ciudad de Chiclayo.  En dicho desierto no hay gasolineras, ni tiendas, ni restaurantes, ni casas, ni nada; por esto debemos asegurarnos en Piura, de llevar todo lo necesario, tanque lleno de gasolina, algunos alimentos ligeros y agua, mucha agua (particularmente nosotros llevábamos el camelbak lleno y un par de botellas de agua adicionales).

Paramos en uno de los grifos (estación de servicio) existentes a la salida de Piura, en este lugar dejamos los tanques full, aparte de esto, Álvaro llena el tanque de plástico de 1 galón que empaco y cargó en el camino, para llevar combustible y evitar que este se acabe en el cruce del desierto, yo no llevo algo así, la autonomía de mi moto es de aproximadamente 300 km, con lo que es suficiente para cruzar el desierto.


En un peaje entrando al desierto vemos una tienda con una medio cara de restaurante (en realidad era una casa donde vendían gaseosa, mecato y comida) paramos a tomar gaseosa y aprovechamos para comer un mini-almuerzo, arroz con sardina, pues tampoco tenían más, eran las 11 de la mañana, el desierto era largo y no sabíamos su esperar, pues este era totalmente nuevo para nosotros. 

Arrancamos entonces por la vía al desierto, ¡Que recta!, Que paisaje! Sólo se ve una línea de asfalto hasta el horizonte, y a lado y lado de esta, toneladas y toneladas de arena y polvo, los 85 caballos de fuerza de la moto empiezan a pedir que los libere, logró llegar a una velocidad crucero, aunque ilegal seguramente (a diferencia de Ecuador, en Perú no hay casi avisos de límite de velocidad, al menos no en el desierto) de 140 km/h, la moto puede dar más, sin embargo con la constante botadera de aceite, la cual aumenta cada que subo las revoluciones, no quiero hacerle más daño al empaque de la culata, además la moto de Álvaro no permite esas velocidades, por lo tanto debo estar bajando la velocidad de crucero a 100 km/h para no quedar lejos de mi compañero.
La infinidad del desierto 1
La infinidad del desierto 2
La infinidad del desierto 3
Luego de la emoción de manejar en el desierto, el paisaje se vuelve monótono, sólo arena y polvo; y polvo y arena. Al costado izquierdo de la carretera, hay una línea de transmisión eléctrica, la cual para mi sorpresa en la monotonía del paisaje del desierto, deriva en una subestación. Me emociono, pues dicha subestación no puede ser otra más que la mismísima Subestación Laguna La Niña, la subestación principal, de derivación al sistema interconectado de aquel proyecto Bayóvar en el año 2009 que nos trajo tantas experiencias, trasnoches, desengaños, varillazos, pero me permitió vivir 2 meses en Lima y salir de Colombia por largo tiempo (solicito excusas al lector ocasional, que se encuentra estas ñoñadas en el blog, soy Ingeniero Electricista y me dedico a diseñar subestaciones), hago la parada al frente de la subestación, y Álvaro me pregunta: ¿Que paso?. Parce, tengo que tomar una foto, yo trabaje en el diseño de esta subestación, diseñe su malla de puesta a tierra, quiero fotografiarla con mi moto-.

Qué bonito, las dos cosas que más me gusta hacer, subestaciones y andar en moto, la subestación que yo vi solo en planos, en papel, ahora construida, yo fui parte de eso, y estoy acá junto con mi moto. (Lo logre!!!)
Subestación Laguna La Niña 220/138 kV
El desierto permite que se forme una buena corriente de viento, probablemente desde el mar, en dirección oeste-este, esa corriente de viento es fuerte y nueva para nosotros, pues nunca nos habíamos enfrentado a una conducción bajo estas condiciones, es tan fuerte que es capaz de afectar el movimiento de una moto de 250 kg, unas maletas de 10 kg y una persona de 90 kg, y a Alvaro, quien pesa menos y su moto es más liviana y menos potente que la mía, lo afecta más. Aprendimos entones a conducir con el cuerpo balanceado hacia el costado derecho, permitiendo equilibrar un poco el viento que soplaba de este lado, esto obviamente afecta el desempeño de la moto, y la comodidad de conducción sobre la misma, sin embargo se convierte en una nueva experiencia y lección aprendida.  Es importante en esta situación tener cuidado al adelantar camiones o buses, pues estos intervienen en el viento y generan turbulencias al inicio y final de los mismos, además de la desaparición del viento cuando vas paralelo a ellos, esas transiciones y cambios pueden tumbarte, es por esto que es importante ser cuidadosos.


En el desierto nos encontramos con una moto V-Strom, de Colombia, los cuales son amigos de Jairoloco, seguimos con ellos aunque ellos van a su ritmo y nosotros al nuestro. Luego de la subestación y en el medio de la nada, vemos un accidente, hay tres patrullas de policía en la carretera, y al costado derecho, hay un carro volteado y bien maltratado, a varias decenas de metros de la carretera, la cual en este punto está más alta que la superficie, unos 10 m; yo no miro ni pregunto, pero por la forma en que quedo el carro, el golpe fue duro y nos recuerda lo frágiles que somos y lo prudentes y cuidadosos que debemos ser en la carretera, en especial nosotros, que estamos lejos de casa, en un país diferente al nuestro y particularmente en este momento en una carretera, en un desierto en el medio de la nada...
Las tres motos y el desierto
Las tres motos

Mi moto, el desierto y yo!
Luego de casi dos horas de rodar en el desierto llegamos al primer caserío y paramos en el primer grifo (estación de servicio) que vemos a la orilla del camino, mi moto solo consumió como tres galones, aún tenía combustible, la de Álvaro también, le quedaba aproximadamente un galón de gasolina.  Luego del desierto están las poblaciones de Lambayeque y Chiclayo, esta última es relativamente grande, y no tiene un desvío claro de la panamericana, por lo que terminamos pasando por el parque de Chiclayo, aunque sin detenernos, pues tenemos una aversión a las grandes ciudades debido al tráfico y a la seguridad, además, la meta es Santa, y aún estamos muy lejos.

Luego de salir de Chiclayo y luego de pasar por un pequeño pueblo al sur de esta ciudad que se llama Reque, paramos en un grifo con cara de restaurante a tomar gaseosa, a comer algo, a tanquear y a llenar los camelback nuevamente con agua (que buen invento y que buena inversión, esto te salva la vida en un viaje largo, o bueno, al menos te lo hace un poco más cómodo), nos encontramos nuevamente a los de la V-Strom, los cuales, cuando van a arrancar no les enciende la moto, las luces quedaron encendidas y descargaron la batería (error común), afortunadamente Álvaro llevaba unos cables y pudo hacer que la batería les encendiera.
Ayudando a los amigos viajeros
Continuamos relativamente juntos, aunque ellos a su ritmo y nosotros al nuestro, el trayecto desde Reque hasta Trujillo es en su mayoría un desierto, con excepción de algunos valles que se encuentran en el camino, sin embargo la compañía del viento golpeando desde el Occidente, es permanente y nos acompaña hasta Trujillo.  Esta fuerza del viento, en mas de una ocasión ocasiona que la arena entre a la carretera, haciendo que este sea un tramo de cuidado y precaución al manejar.



La arena entrando a la vía
Ultima vez que vimos la V-Strom
Unas decenas de kilómetros antes de llegar a Trujillo, mientras yo venía adelante a velocidad reducida esperando a mi compañero, un par de motos y un carro nos pitan, ¡Oh emoción amarilla!, sus placas son Colombianas, obvio, les devolvemos el saludo.  En el siguiente grifo por el que pasamos, las motos y el carro de placas colombianas están detenidos, por lo tanto paramos también a repostar, y por supuesto a saludar a nuestros compatriotas, uno de ellos es amigo de Álvaro, ¿mundo pequeño? No lo creo, hay muchos moteros que vienen de Medellín, y entre moteros, muchos nos conocemos.



Venían una Yamaha TDM 900, tres BMW R1200GS, una V-Strom y el carro era un Wrangler naranja, con un beduino de Dakar pintado en sus puertas y la bandera de Colombia. Entre todo lo que conversamos, nos preguntaron hasta donde le íbamos a dar hoy, y la pregunta obligada, ¿Cuál es su ruta? Les dijimos que nuestra ruta era Cañon del Pato, Lima, Cusco y Titicaca, ellos sólo iban hasta Lima, sin embargo uno de los de la BMW se emocionó al escucharnos "Cañón del pato" y nos dijo: "Ayúdenme a convencerla" señalando a la esposa quien iba sentada atrás y al sentirse aludida y escuchar Cañón del Pato hizo mala cara y dijo que no había forma de ir por allá, a lo cual nuestro nuevo amigo de aventura puso cara e hizo un gesto de resignación, ¡Otra vez será amigo!
Colombianos Amigos en el Camino!!!

Ellos continúan su camino a su ritmo y nosotros al nuestro, los de la V-Strom hace varios kilómetros se adelantaron y no los volvemos a ver, son cerca de las cinco de la tarde y estamos en las puertas de Trujillo, faltan cerca de 200 km para Santa, y siguiendo la premisa de no conducir en la noche, decidimos quedarnos en Trujillo.

Gracias a una de las guías de Sudamérica para mochileros, la cual tengo desde hace varios años, en que soñaba con este viaje (solo que un poco más largo, hasta Argentina), terminamos en un pueblo a las afueras de Trujillo, de frente a la playa, el cual se llama Huanchaco y estaba atiborrado de gente en la playa al llegar; es claro, es el Verano y es el primer día y feriado del año 2013, a pesar de esto y contra todo pronóstico y esperanza, encontramos lugar en el primer hotel que nos encontramos a la entrada del Huanchaco, un hotel bonito, cómodo y hasta barato, luego de salir a comer y comprar jamón, queso, pan, agua, y barras energéticas para el siguiente día, nos vamos a dormir, pues además del trayecto del día, aún hay cansancio de la noche anterior, además necesitamos madrugar al otro día, pues el cañón del Pato nos espera...